27.5.10

La República Conservadora

El lema “Paz y Administración” con el que Julio A. Roca inició su mandato en 1880 era mucho más que una frase. Alcanzada la paz interior, ordenado el Estado, federalizada la ciudad de Buenos Aires, integrado el territorio, no quedaba sino dedicarse a profundizar los pasos iniciados en 1862. Prácticamente sin perturbaciones, un mismo grupo dirigente controló durante varias décadas los resortes del poder, insertando a la Argentina en los términos de la división internacional del trabajo que determinaba que nuestro país se especializaría en la producción de materias primas para su exportación y compraría todos los productos manufacturados a los países centrales, particularmente a Inglaterra. A consolidar ese modelo se dirigieron políticas tales como el poblamiento del territorio con mano de obra inmigrante, el tendido de líneas férreas que trasladaran la producción agropecuaria a las zonas portuarias y la inversión en infraestructura que facilitara la salida de los barcos. La política inmigratoria –que implicó el ingreso de vastos contingentes de extranjeros- no tuvo sólo un efecto económico. Implicó también la conformación de una nueva cultura nacional, basada en la diversidad y en la pluralidad, un sello que, por décadas, identificaría a la Argentina.
Toda esta transformación pudo llevarse a cabo gracias a la vigencia de un sistema político fraudulento basado en el control de la sucesión presidencial, por medio del cual un mismo grupo dirigente se garantizaba la permanencia en los altos cargos de la administración y, normalmente, el presidente saliente imponía el nombre de su sucesor. Durante años, Roca se constituyó en el “gran elector”, al punto de ocupar la presidencia en dos períodos: 1880-1886 y 1898-1904. Sin embargo, hacia 1890 comenzaron a aparecer manifestaciones políticas adversas al régimen. Surgieron así, por un lado, la Unión Cívica Radical reclamando –mediante acciones revolucionarias- el libre sufragio y, por el otro, las primeras organizaciones de izquierda (socialistas y anarquistas), denunciando el deterioro de la calidad de vida de los trabajadores.





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